jueves, 11 de octubre de 2007

John Searle


Es uno de los más influyentes críticos del funcionalismo (Berkeley, 2002)
El funcionalismo tiene que enfrentarse además con un problema que incluso muchos de sus defensores –por ejemplo, Jerry Fodor– consideran no resuelto. Si todo estado mental es un estado funcional, también lo que experimentamos –como, por ejemplo, los dolores–, han de ser estados funcionales. Es, sin duda, plausible describir los dolores funcionalmente: Quien tiene dolores tenderá a mostrar, por lo general, una conducta determinada –por ejemplo, descansar en la cama, pero no bailar– y tendrá también otros determinados estados mentales –por ejemplo, aflicción, pero no euforia–.Pero la pregunta determinante es si la descripción funcional se hace cargo por completo del fenómeno del dolor. Y aquí surgen serias dudas. Seguramente, la caracterización funcional es parte importante del dolor, pero hay otro elemento que parece aún más importante: la vivencia del dolor. Sin embargo, el hecho de que experimentamos dolores –esto es, que tenemos qualia de dolor– no parece ser tenido en cuenta en la descripción funcional. El reproche al funcionalismo consiste, por tanto, en que éste no puede explicar los qualia o contenidos vivenciales. Por consiguiente, no queda nada claro que una determinada arquitectura funcional sea suficiente para las vivencias. De ahí que no parezca plausible equiparar los estados mentales a los estados funcionales. Para ilustrar esto piénsese en una computadora que tenga la misma estructura funcional que una persona que sufre dolores severos. ¿Siente la computadora de hecho dolores

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